De Frutos desata al Rayo

Los inicios de liga nos recuerdan por qué el fútbol, es un deporte impredecible y, a veces, cruel. El debut del Girona en La Liga 25-26 se convirtió en una pesadilla, en un monólogo de errores que el Rayo Vallecano, con su habitual astucia, supo aprovechar para llevarse los tres puntos de Montilivi. La historia de esta derrota tiene un protagonista inesperado: el portero Paulo Gazzaniga. En tan solo 43 minutos, firmó una actuación que será difícil de olvidar, un compendio de despropósitos que minó por completo las aspiraciones de su equipo.

Todo empezó con el 0-1, un gol que se anotará como un error colectivo, pero que tiene un responsable directo. El Girona, fiel a la filosofía de Míchel de sacar el balón jugado desde atrás, intentó una salida limpia que se truncó en los pies de su guardameta. Gazzaniga, al recibir un pase de David López, se equivocó de forma garrafal. Su intento de golpeo fue tan deficiente que el balón quedó servido para Jorge de Frutos, quien no perdonó. El remate, que terminó en las redes con la colaboración involuntaria del propio portero, fue el primer golpe de gracia.

El golpe psicológico fue brutal. El equipo se descompuso y el Rayo, un depredador que huele la sangre, no tardó en volver a morder. Apenas dos minutos después, una gran jugada de De Frutos, que exhibió su versatilidad y dinamismo, terminó con un remate de Álvaro que significó el 0-2. La fragilidad del Girona en defensa quedó expuesta y la afición, perpleja, no pudo evitar despedir a su equipo con una sonora pitada. La noche ya era un desastre, pero lo peor estaba por llegar.

Justo antes del descanso, Gazzaniga volvió a cometer un error de bulto. En lugar de despejar un balón complicado, intentó un regate arriesgado ante De Frutos. El delantero del Rayo, vivo y astuto, le arrebató el esférico y el portero, desesperado, lo derribó dentro del área. La jugada, un penalti de libro, tuvo un castigo añadido: la tarjeta roja. Isi no falló desde los once metros y el Rayo, con un contundente 0-3 y un jugador más en el campo, sentenció el partido.

La noche de Gazzaniga fue, sin duda, la de un “villano involuntario”. Su intento de ser un “jugador de campo” se convirtió en una condena para su equipo. Sus 43 minutos en el campo fueron un catálogo de decisiones equivocadas. Es cierto que el fútbol de Míchel exige una salida limpia desde atrás, pero hay momentos en los que es vital saber cuándo abandonar la ortodoxia en aras de la seguridad. Este no fue el caso.

El partido, a partir de ese momento, se convirtió en una anécdota. El Rayo, con la victoria asegurada, bajó el ritmo y el Girona, a base de empuje y amor propio, logró maquillar el resultado con un gol de Joel Roca. Sin embargo, ni el gol ni los debuts de Hugo Rincón, Vítor Reis y Lemar pudieron cambiar la sensación de que el equipo había salido trasquilado de su estreno liguero.

Íñigo Pérez, el técnico del Rayo, puede estar satisfecho. Su equipo demostró una gran solidez y supo explotar las debilidades del rival. La victoria es un espaldarazo a su proyecto y las palabras sobre el futuro de De Frutos, un futbolista que anoche demostró ser “un arma importante para desnivelar marcadores”, suenan a música celestial en Vallecas.

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