El Atlético se da un festín ante el Real Madrid y firma un derbi para la historia en el Metropolitano 

Hubo un tiempo en el que los partidos entre Atlético y Real Madrid se jugaban a una velocidad que no tenía nada que ver con el reloj, como si el minuto noventa dependiera de los corazones y no del cronómetro. Esta tarde, en el Metropolitano, se alinearon astros y demonios, y el Atlético volvió a reclamar la paternidad sentimental de Madrid con una goleada que tiene aroma de travesura y de milagro cotidiano. El 5-2 fue la cifra, pero el ambiente era el de una noche en la que todo puede pasar porque ya lo ha visto uno todo muchas veces y siempre le sorprende. 

El partido comenzó con ese ruido de primeras citas en las que nadie reconoce el nervio, pero se nota en los botes del balón. El Atlético entró como el típico novio que se ha leído el WhatsApp de la semana: presionando bien arriba, con Koke marcando la pauta y Giuliano tirando centros como si lo hubiera ensayado en casa con el espejo. El 1-0 llegó por el método tradicional, cabezazo de Le Normand y el estadio en pie. En ese momento Courtois pensó que muy pronto todo iba a ser una carrera cuesta arriba. 

Pero el fútbol es ese juego en el que todo lo que ocurre parece una cadena de accidentes. Mbappé empató en el 25, y entonces Madrid respiró hondo como quien ya ha pasado por todo. El Atlético se equivocó, Le Normand entregó el alma por un segundo y Güler, niño prodigio y descubridor de grietas, puso el 1-2. El ruido del Metropolitano cambió por un instante, pero nada más peligroso que un estadio dolido, porque entonces inventa. Sørloth decidió que el descanso no era lugar para los pesimistas y empató antes de que todos buscaran agua. 

Nada de lo que había sucedido tenía lógica hasta ese momento. Y nada lo tuvo después. Julián Álvarez, que lleva apellido de protagonista e instinto de final de novela, marcó dos goles seguidos —el primero desde el punto de penalti y el segundo tras una falta ejecutada como si hicieran falta veinte años y una tarde de domingo— para arrastrar al Atlético a ese lugar donde las leyes del fútbol son propias y dependientes de la voz de Simeone. El argentino, en modo de “La Araña”, tejió las convicciones de un equipo que necesitaba responder a tanta duda acumulada en los últimos meses. 

El Real Madrid fue un río de buena intención y poca corriente. Tiene futbolistas capaces de cambiar todo con una jugada, pero nadie en el campo parecía tener el mapa para encontrar los espacios profundos que antes eran autopistas. Lo intentó Bellingham, lo intentó Vinicius, pero el Atlético se hizo fuerte como esos protagonistas secundarios de película que en las finales roban la escena. Cuando Griezmann marcó el quinto gol, el Metropolitano olía a noche de fiesta y a resaca de alegría para muchos meses. 

Hay partidos para las estadísticas y partidos para las memorias. Este derbi toca los dos extremos. Las cifras se caen por sí solas: el Atlético remató más veces, fue más intenso, aunque con menos posesión, y Courtois tuvo una tarde de las que endurecen el carácter. En la grada, cada gol era la posibilidad de olvidar semanas malas y de volver a creer que todo es posible si hay la suficiente fe y una camiseta blanca enfrente. 

Simeone ganó el pulso táctico a Xabi Alonso, que, por primera vez en la temporada, vio que el plan podía romperse si enfrente hay una manada y no una suma de individualidades. El Madrid se fue de la fiesta con la primera derrota de la campaña, pero no marchó triste: estaba pensando ya, como el que sale del bar derrotado pero con ganas de volver, en la vuelta. 

El Atlético, en cambio, se fue celebrando que todavía hay días en los que el fútbol es justo, aunque sólo sea por noventa minutos y a veces toque sufrir para llegar a ellos. Lo mejor de todo fue que nunca dejó de creer, porque la fe, como la épica, no se negocia; sólo se practica. Así que hoy el Metropolitano fue una iglesia y Julián Álvarez su predicador.

De vez en cuando, la vida y el fútbol se alían para gastar bromas pesadas a los favoritos, y entonces el público se va a casa con una sonrisa extraña, tan ancha como un marcador humillante y tan difícil de borrar como una derrota en el derbi. 

Goleadores: 

  • 1-0: Robin Le Normand (Atlético) 
  • 1-1: Kylian Mbappé (Real Madrid) 
  • 1-2: Arda Güler (Real Madrid) 
  • 2-2: Alexander Sørloth (Atlético) 
  • 3-2: Julián Álvarez (penalti, Atlético) 
  • 4-2: Julián Álvarez (Atlético) 

5-2: Antoine Griezmann (Atlético) 

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